lunes, 16 de abril de 2012

VII Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires:Luis Antonio de Villena.


Luis Antonio de Villena





















Eduardo


Según Baudelaire la belleza
es una mezcla impune de voluptuosidad y tristeza
melancólica: Baudelaire era romántico.
Los clásicos ven y levantan
una belleza más fría. No hielo o de hielo, cálidamente
imperturbable, lejana, aunque cerca, viva, tremante…
Recuerdo tus ojos como dos lagunas en azul,
tus labios hechos de pasta de flores,
el caballete egregio de tu nariz,
tu cuerpo alto, esbelto, que todo lo decía no diciendo apenas.
Belleza perfecta, inmóvil, inmisericorde,
belleza que yo miré infinitas veces y no alcancé y alcancé nunca.
Belleza que desee fuera del tiempo,
hermosa, tierna, gélida, caliente.
Belleza de carne, flores, gema y sacrificio.
Belleza de la belleza que hoy, viva, siempre viva,
melancólica y voluptuosamente,
me hace lagrimear como un orate…
Tú, aún tú:
Impertérrita, impertérrito.


Noche  de Antesterias

Eran tres días en Atenas: Las Antesterias,
fiestas en honor de Dioniso. El último de esos tres días
(llamado “Las ollas”) se ofrendaba a los difuntos
bajo la advocación de Hermes Ctonio.
Decían algunos –con respeto o temor-
que quizá las almas de los muertos vagaban ese día
por las calles de la ciudad medrosa…
Hace dos o tres noches, en la tercera Antesteria,
Aute dio un concierto. Sonaron dulces sus canciones de siempre
y me acordé de ti, mi admirable dios joven,
pues sin duda andabas por allí, entre el fervor,
lamentando que mi amigo no cantase aquella canción
que casi te sabías de memoria,
y que tarareaste a mi lado, en otro concierto de Aute,
allá al fondo de mil galaxias de hielo y fuego, quizás en 1981: 
“Anda, quítate el vestido, las flores y las trampas…”
No, no la cantó. Quizás Aute no se acordó
de las ollas antesterias…
Yo, sin embargo, te recordé cálidamente,
no como el inhóspito muchacho hermosísimo,
pagado de sí y de su clase,
ni como al chico ya ruano y algo duro
que huía a Ibiza, quizás enfermo, en busca de droga.
No, no me acordé de los túes sucesivos que no eran míos.
Me acordé del muchacho luminoso y perfecto
como una flor de luna,
que vi un verano, por la noche, bajo las acacias de Recoletos
y que me maravilló
como el descubrimiento de una tierra nueva,
como la vida pura (tan rara)
y como la Belleza que sólo se contempla a sí misma.
Adiós, otra vez, rey de la vida que no tuve.
Maestro involuntario de la Belleza máxima.
Te sirvo una copa de vino blanco. Bébela conmigo.
Deséame suerte, son las Antesterias.
Dioniso nos guíe.
Muchacho maravilloso al que soñé desnudar y amar
y nunca pude hacerlo…
Adiós, gentil compañero de Dioniso.
Aute cantó otras canciones, sí, pero sonaban dulces también
y el cantautor (sin verte) no se aclaró la garganta con agua
sino con vino.
¿No era suficiente? ¿No cumplió el rito?     

Michael  Jackson


Lo dijo alguna vieja mujer,
probablemente no una dama:
“La excentricidad no trae cuenta.”
El pobre Michael (piel derrotada,
cuerpo sin futuro) ha sido el Adán
del porvenir, si Villiers, el decadente,
creó o soñó “La Eva futura”.
¿Qué quiso Michael Jackson,
el bailarín prodigioso,
el negro que dejó de ser negro,
el amante de los adolescentes tiernos
y de los muchachillos al borde de la ventana?
¿Qué quiso? ¿Trascender la vida?
¿Declarar con el ejemplo que la realidad
es pobre y suele ser cegata y mezquina?
Rey del predio artificial,
de la vida más allá de la vida,
es más que natural que Jackson no estuviera
dedicado a la supervivencia,
a planchar la vida en los planchaderos
de la vida. Era –debía ser- flor
de testimonio y sacrificio.
La vida es muy corta a la vida,
y si alguna vez triunfamos
(que no lo haremos)
querrá decir que el artificio –“artifex”-
es mejor, altamente mejor, que la natura.
Michael, mártir de la ilegalidad,
sumiso extemporáneo del final,
flor del jardín extraño y ninguno,
ruega por nosotros a Cástor y Pólux
si es que la vida
-la vida auténtica, más allá de la vida-
debe seguir existiendo.
El País de Nunca Jamás.
Vale. Es el único país.
El reino de siempre. Lo que cuenta.
La vida triunfal y roja más allá de la lastimera vida…
Del reino crisoelefantino de la Artificialidad,
Circe ha huído.                                              


Poemas pertenecientes a Proyecto para excavar una villa romana en el páramo (Visor, Madrid, 2012).

Luis Antonio de Villena ( Madrid, España, 1951) Poeta, ensayista, crítico, narrador. Licenciado en Filología Románica. Realizó estudios de lenguas clásicas y orientales, pero se dedicó nada más concluir la Universidad, a la literatura y al periodismo gráfico y después al radiofónico. Además ha dirigido cursos de humanidades en universidades de verano y ha sido profesor invitado y conferenciante en distintas universidades nacionales y extranjeras.
Ha sido traducido a muchas lenguas, entre ellas, alemán, japonés, italiano, francés, inglés, portugués o húngaro. Ha recibido el Premio Nacional de la Crítica (1981) -poesía- el Premio Azorín de novela (1995), el Premio Internacional Ciudad de Melilla de poesía (1997), el Premio Sonrisa Vertical de narrativa erótica (1999) y el Premio Internacional de poesía Generación del 27 (2004). En octubre de 2007 recibió el II Premio Internacional de Poesía "Viaje del Parnaso". Desde noviembre de 2004 es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Lille (Francia).
Ha escrito y escribe artículos de opinión y crítica literaria en varios periódicos españoles desde 1973. Ha colaborado en numerosos programas televisivos y sobre todo radiofónicos. Actualmente colabora en El Mundo y en Radio Nacional de España. Ha hecho distintas traducciones, antologías de poesía joven, y ediciones críticas.