martes, 23 de abril de 2013

Raúl Gustavo Aguirre: Notas .


Raúl Gustavo Aguirre








El sonido, sin precedentes internos, es hábito de la nada. Abusar de la esfinge sin acudir a su necesidad, divulgar noticias gimnásticos, es silencio. Ese ruido estará siempre al servicio de los amos de la tierra: los grandes rebeldes han ejercitado hasta la perfección un rechazo tal que  en ellos no se mata más que un abismo, una mirada enorme hacia la poesía.

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La magia de la existencia es enorme. La tarea del lenguaje es revelarla, no sustituirla.

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La poesía no es un encuentro inesperado y amable al retorno de una paz que la ignora. No puede contar, para existir, con la distracción de la buena voluntad de sus adversarios: ley de gravedad en estado puro, le es preciso regir sobre una conciencia que para equilibrarla debe oponerle de continuo la totalidad de su poder de concreción. Y aún esa lucidez inmóvil y segura de su proeza no acredita nada, todavía, en la cuenta del poeta posible.

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El poeta debe tener el don de poder atravesar esos falsos resplandores donde gira inútilmente toda suerte de iluminados. No es posible pasarse la vida tratando de dejar un barbijo sobre la cara de este lado de la muerte.

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Una extensa familia de obsesos, actores y extravagantes, deambula y se exhibe por cuenta de la poesía: ignoran que ella no existe y que sólo conocen su espectro monstruoso y extorsivo.

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El estado de alarma y el estado de gracia son uno en el poeta.

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La poesía tiene sus parásitos, sus chambelanes, sus grandes sacerdotes, sus ayudas de cámara, etc. Es necesario aclarar que en nada le afectan los orgasmos de estos fabulosos posesos.

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Tiempo sin eufemismos donde cada mirada es un desafío, cada movimiento una liberación. El poeta, ausente del orden público, echa a perder sin cesar, combatiente anónimo en la terrible sesión secreta, las pruebas del fracaso del hombre.

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La silla puede girar, pero el mundo es todavía inmenso.


(Cuaderno de Notas 1952-1956)



Raúl Gustavo Aguirre (1927-1983) Poeta, ensayista, traductor y crítico. En poesía ha dado a conocer entre otros títulos: El tiempo de la rosa, 1945; Cuerpo del horizonte, 1951; La danza nupcial, 1954; Cuaderno de notas, 1957; Redes y violencias, 1958; Alguna memoria, 1960; Señales de vida, 1962 y La estrella fugaz (1984). Fue el motor y el emblema de Poesía Buenos Aires, una de las revistas culturales más representativas en la Argentina durante la segunda mitad del siglo XX.